Otro año, otra ruptura. La sensación de separación toma total control de mi y es un alivio. Soy el tipo de persona que se preocupa cuando algo dura. Que está acostumbrada a perder todo, a sacrificar todo, a no agarrarse a nada.
Nada es para siempre.
Es normal que sea mi culpa en el final. Cuando comienzo a notar rajaduras en la estructura, me dan deseos de romper todo. No puedo aguantar ver como se desmorona lentamente y sin mi permiso. Quiero tener el control, aunque no sea de verdad, aunque esté solo en mi podrida mente.
Por eso las respuestas amargas, las verdades tiradas en cara.
Solo yo se estas cosas pero no es por pocas intenciones de contarlas. Ya he dicho esta historia a mil vientos, aún a aquellos que están viviendo su nueva y empeorada versión. Es que prefieren no verlo.
Prefieren llamar mis inseguridades de arrogancia, y yo se lo permito.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario